viernes, 9 de noviembre de 2012

El ensayo

Es cuando el que piensa
Se ensaña consigo mismo
Y se arroja a la pared
Y se estrella la cabeza.
Es la mosca sin escape dentro de la botella.
Ensaya, varios temas.
Vaga, busca, piensa.
Se pierde y se busca
Y nada le parece más extraño
Que mirarse al espejo:
Ve cómo se le va cayendo el cabello
De la tortuosa cabeza,
Se vuelve todo frente o todo nariz,
Ambas cosas síntoma de perversión,
De oposición a la naturaleza.
            Pues el hombre, cuando piensa
Se vuelve un exiliado,
Ensayista,
Duerme poco y se resfría,
Sangra por el calor
Y le falla la vista.
            Cuando uno ensaya
Primero se prepara…
[…]
No, más bien, el ensayo es prepararse,
Darle vueltas al asunto,
Circundarlo
Justo antes de dormir:
Desvelarse.
En fin, prepararse para la verdad,
Ésa que nunca hemos de alcanzar.
            El ensayista está particularmente vinculado
A las tinieblas,
No le da miedo la ingenua aproximación
A tientas.
Pues el hombre, cuando piensa
Se vuelve un desauseado
-el ejemplo claro es Sócrates-,
Evangelista.
Quiere que lo escuchen porque trae una noticia.
Entonces manda cartas
A los romanos, a los corintios,
A los de Tesalónica,
A los de Galacia
Y hasta a los sacerdotes
Del templo de Artemisa. 
          Pues el hombre, cuando piensa
Quiere ser escuchado,
Nos desquicia
Igual que un testigo de Jehová
-sin ofender, aclaro-.
            El ensayo, pues,
Es la esperanza de comunión con la verdad
(la personal),
Fragmentación interna de uno mismo:
Buscar, buscar sin intención de encontrar. 

Catedral

I

Luz a chorros por los ventanales.
Dentro, mármol y otras piedras frías.
Dentro, antiguos dioses imparten Justicia.
Ingenuo, premeditado balance.

II

Pareciera que el tiempo se detiene
Porque el dios del templo está encerrado en piedra.
Afuera tan sólo llueve
Como si no se hubiera poblado la Tierra.

III

Uno de los dioses corre por el templo como un niño,
Corre, salta, juega.
Cuando la lluvia calla se escuchan sus silbidos.
Cuando se cansa del juego, aprende el oficio de la madera.

IV

El Padre prepara la mesa, la cena y el vino,
El hijo baja corriendo las escaleras de la catedral.
Ya en la mesa se siente La Presencia, dios muy antiguo.
Los tres se reúnen para cenar.

V

Afuera de la Casa se escucha la gente,
Intentan entrar o ver a través de los vitrales.
Los azota la miseria, el dolor y la muerte.
Y sólo entonces los dioses salen para mitigar la voz del hambre. 

martes, 31 de julio de 2012

Soy feliz con Montserrat :D

                    I

Un aroma me detuvo
en las calles al pasar 
-¿"Flor de campo, suave brisa?"- 
El olor de Montserrat. 

¡Vaya ninfa! ¡Sueño diurno! 
Tiene encantos y bondad, 
ojos grandes y serenos 
y la piel color de mar... 

...y del mar es su perfume: 
fresco, suave, sin igual. 
No hay mujer que se compare. 
Par no tiene ni tendrá. 

Una diosa me parece 
por su luz y claridad... 
y es tan triste pues la diosa 
a un mortal nunca amará... 

...aunque, dice que me quiere: 
yo le creo sin dudar. 
Es tan mía y yo tan suyo 
que me siento un inmortal.

                    II

Montserrat y su sonrisa,
su sonrisa de cristal,
son hechizos simultáneos,
luz y pura claridad;

Como invierno y primavera
-dulce sueño matinal-
se suceden en el tiempo:
Es la Aurora al despertar.

Montserrat no se lamenta,
se desviste, busca paz;
sólo llueve y se desborda:
mar que nunca cesará.

Es la calma de los bosques,
fuerza libre del azar.
La frescura de los ríos
tiene el nombre Montserrat.

Me susurra desde lejos
y su voz la trae el mar.
Es oráculo confuso:
"Montserrat renacerá".